martes, 28 de agosto de 2012


Henri Matisse, "Reflexiones sobre el color" (extraído del libro "Reflexiones sobre el arte", Emecé, 1972; $80:



El color existe en sí, posee belleza propia. Fueron los géneros japoneses que comprábamos por monedas en la rue du Seine, los que nos lo revelaron.
Comprendí, entonces, que se podía trabajar con colores expresivos, que no son obligatoriamente colores descriptivos. Por cierto, que los originales eran sin duda decepcionantes. Pero la elocuencia ¿no es acaso más poderosa y más directa cuando los medios son más burdos? Van Gogh también se entusiasmaba con aquellos géneros japoneses.
Una vez liberado el ojo, limpiado por las telas japonesas, me sentí preparado para recibir verdaderamente a los colores en función de su poder emotivo. Si admiraba instintivamente a los primitivos del Louvre, y después al arte oriental, en particular la extraordinaria exposición de Munich (1910), fue porque encontré allí una nueva confirmación. Las miniaturas persas, por ejemplo, me mostraban toda la posibilidad de mis sensaciones. Yo podía volver a encontrar en la naturaleza cómo esas sensaciones deben venir. Por lo accesorio, este arte sugiere un espacio más amplio, un verdadero espacio plástico. Eso me ayudó a salir de la pintura intimista.
La revelación, pues, me vino del Oriente. Fue años más tarde cuando comprendí y me emocionó la pintura bizantina frente a los iconos de Moscú (1911). Uno se libera tanto más cuanto ve esfuerzos conformados por una tradición, por antigua que esa tradición sea. Y ella nos ayuda a saltar el foso.
Había que salir de la imitación, incluso de la imitación de la luz. Se puede provocar la luz por la invención de colores lisos, como se estila con los acordes musicales. Yo empleé el color como medio de expresión de mi emoción y no como elemento de transcripciòn de la naturaleza. Utilizo los colores más simples. Yo mismo no los transformo. Son las relaciones que se establecen quienes se encargan de hacerlo. Se trata solamente de hacer valer las diferencias, de hacerlas resaltar, de acusarlas. Nada impide componer con sólo algunos colores, la música fue elaborada únicamente sobre siete notas. 
Basta con inventar signos. Cuando se siente auténticamente a la naturaleza, se pueden crear signos que establezcan una equivalencia entre el artista y el espectador.

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